Como en tanto otros sectores, los efectos y consecuencias de la llamada crisis sanitaria consecuencia de la epidemia mundial causada por el COVID-19 son, y serán, de gran envergadura y de extensión todavía incierta en el ámbito del transporte marítimo, de la ordenación de la navegación, así como en el funcionamiento y explotación de los puertos españoles.
Desde un punto de vista económico, resulta obvio que los fletes en el mes de marzo de 2020 han estado determinados por una situación económica global totalmente condicionada por los efectos del COVID-19. El hecho de que su aparición tuviera lugar en China, así como su rápida propagación a los países europeos, ha provocado una situación económica sin precedentes que afecta de manera esencial al ámbito del transporte marítimo. La paralización de la actividad productiva en China implicó, además, un descenso drástico de la demanda en el mercado de fletes (sobre todo en el tráfico de contenedores) y un aumento de los blank sailings y de las cancelaciones de servicios. Consecuentemente, en el mes de marzo se ha llegado a alcanzar récords históricos de flota ociosa o desocupada (las cifras de las que se disponen en el transporte de mercancías superan los 400 buques ociosos, que representan el 10,6% sobre el total de flota activa). Como factor que podría contrarrestar esta tendencia a la baja de los fletes estaría el descenso del precio del combustible marino (se recoge un descenso de casi un 30% del IFO 380 en el mes marzo). Según se ha dado cuenta en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), 2020 registró un descenso del comercio marítimo mundial de casi el 10%.
Según la asociación de comercio marítimo International Chamber of Shipping (ICS), las pérdidas por culpa de la pandemia para la industria naviera han sido de 350 millones a la semana.
Eso no es todo y es que pese a esta caída del comercio marítimo, los precios del transporte de contenedores se han cuadruplicado en promedio en los últimos meses, desde los 1.500 dólares a casi 5.000, fenómeno que lastra la recuperación. Existe un desequilibrio del mercado en que la demanda de transporte supera por mucho a la oferta
Estas malas cifras se explican en primer lugar por la interrupción de operaciones que siguieron a la pandemia, incluyendo cierres de puertos, problemas para reemplazar tripulaciones y nuevos protocolos de transporte para minimizar el contagio. Más complejo fue lo que sucedió en la segunda mitad del año, cuando la súbita vuelta de China a la producción propició un cuello de botella debido a la escasez de contenedores.